REPÚBLICA
BOLIVARIANA DE VENEZUELA
UNIVERSIDAD
PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR
INSTITUTO
DE MEJORAMIENTO PROFESIONAL DEL MAGISTERIO
NÚCLEO
ACADÉMICO PORTUGUESA.
SOCIEDAD DEL CONOCIMENTO DE LA UNESCO
ENSAYO
MORAIMA OZAL
C.I:18.251.515
PROFESOR: JOSÉ DE JESUS CAMEJO
BISCUCUY,
NOVIEMBRE DE 2012
El concepto de sociedades del conocimiento comprende
dimensiones sociales, éticas y políticas mucho más vastas. En este sentido, el hecho
de referirse a sociedades, en plural, no se debe al azar, sino a la intención
de rechazar la unicidad de un modelo “listo para su uso” que no tenga
suficientemente en cuenta la diversidad cultural y lingüística, único elemento
que nos permite a todos reconocernos en los cambios que se están produciendo actualmente.
Por lo tanto, hay siempre diferentes formas de conocimiento y cultura que intervienen
en la edificación de las sociedades, comprendidas aquellas muy influidas por el
progreso científico y técnico moderno. De este modo, no se puede admitir que la
revolución de las tecnologías de la información y la comunicación nos conduzca en
virtud de un determinismo tecnológico estrecho y fatalista a prever una forma
única de sociedad posible. Dentro de este marco, los jóvenes están llamados a
desempeñar un papel fundamental en este ámbito, ya que suelen hallarse a la
vanguardia de la utilización de las nuevas tecnologías y contribuyen a insertar
la práctica de éstas en la vida diaria. Es por ello que, las personas de más
edad también están destinadas a desempeñar un papel importante, porque cuentan
con la experiencia necesaria para compensar la relativa superficialidad de la comunicación
“en tiempo real” y recordarnos que el conocimiento es esencialmente un camino
hacia la sabiduría. De allí pues, que toda sociedad posee la riqueza de un
vasto potencial cognitivo que conviene valorizar. Además, dado que las
sociedades del conocimiento de la “era de la información” se distinguen de las
antiguas por su carácter integrador y participativo legado por el Siglo de las
Luces y la afirmación de los derechos humanos, dada la importancia que estas
nuevas sociedades conceden a los derechos fundamentales que se deben traducir
por una focalización especial en: la libertad de opinión y expresión (artículo 19
de la Declaración Universal de Derechos Humanos) y la libertad de información,
el pluralismo de las medias y la libertad académica; el derecho a la educación
y sus corolarios: la gratuidad de la enseñanza básica y la evolución hacia la
gratuidad de los demás niveles de enseñanza (artículo 26 de la Declaración Universal
de Derechos Humanos y artículo 13 del Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales); el derecho a “tomar parte libremente en la vida
cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso
científico y en los beneficios que de él resulten” (párrafo 1 del artículo 27
de la Declaración Universal de Derechos Humanos). Se plantea entonces que, en las
sociedades del conocimiento, los valores y prácticas de creatividad e
innovación desempeñarán un papel importante aunque sólo sea por su capacidad de
poner en tela de juicio los modelos existentes para responder mejor a las
nuevas necesidades de la sociedad. En efecto, la creatividad y la innovación conducen
asimismo a promover procesos de colaboración de nuevo tipo que ya han dado
resultados especialmente fructíferos. En consecuencia, la reflexión sobre las
sociedades del conocimiento y su edificación permite replantearse el propio
concepto de desarrollo. Sin duda, la nueva valorización del capital humano
induce a pensar que los modelos de desarrollo tradicionales basados en la idea
de que eran necesarios inmensos sacrificios para alcanzar el crecimiento al
cabo de largo tiempo y a costa de desigualdades muy considerables, e incluso de
un profundo autoritarismo están siendo substituidos por modelos basados en el conocimiento,
la ayuda mutua y los servicios públicos. A este respecto, cabe preguntarse si la
valorización del conocimiento no conduce a prever un nuevo modelo de desarrollo
cooperativo basado en la garantía de un determinado número de bienes públicos por
parte de los poderes públicos en el que el crecimiento ya no se considere como
un fin en sí, sino solamente como un medio. En esta perspectiva, al dar al
conocimiento una accesibilidad inédita y al valorizar más el desarrollo de las
capacidades de todos y cada uno, la revolución tecnológica podría facilitar una
nueva definición de la causa final del desarrollo humano. En relación con este
tema Amartya Sen, señalo lo siguiente, el desarrollo humano estriba en la búsqueda
de las libertades elementales o “sustanciales” esto es, no sólo las libertades
jurídicas, sino las empíricamente comprobables que son a la vez el fin y el
medio principal del desarrollo. Por lo tanto, estas libertades comprenden las
posibilidades elementales de acceso en especial, de las niñas y las mujeres a
la educación, el mercado de trabajo, la salud y los productos, así como la
participación en las decisiones políticas, la igualdad de acceso a la
información y el derecho a la seguridad colectiva. Ahora bien, cabe preguntarse
si estas libertades sustanciales no coinciden con los rasgos característicos de
las sociedades del conocimiento basadas en la educación para todos a lo largo de
toda la vida y en la promoción de los conocimientos como valor, considerado en
su pluralidad. De este modo, las sociedades del conocimiento son sociedades en
redes que propician necesariamente una mejor toma de conciencia de los
problemas mundiales. Es por eso, que los perjuicios causados al medio ambiente,
los riesgos tecnológicos, las crisis económicas y la pobreza son elementos que
se pueden tratar mejor mediante la cooperación internacional y la colaboración
científica. En este sentido, el conocimiento es un poderoso vector de la lucha contra
la pobreza porque esa lucha no puede reducirse exclusivamente al suministro de
infraestructuras, la ejecución de microproyectos cuya perdurabilidad depende en
gran medida de financiaciones externas caso por caso, o la promoción de
mecanismos institucionales cuya utilidad para los países menos adelantados puede
cuestionarse. Por lo tanto, la estructura en materia de información y la
creación de capacidades son igualmente importantes. De hecho, los éxitos
conseguidos por algunos países de Asia Oriental y Sudoriental en la lucha
contra la pobreza se explican en gran parte por las inversiones masivas que han
realizado a lo largo de varios decenios en la educación y la investigación y
desarrollo. Por ello, el ejemplo de esos países debe ser meditado por muchas
naciones en desarrollo, ya que sacarán gran provecho de experiencias que han permitido
reducir la pobreza absoluta en proporciones considerables. Dentro de esta
perspectiva, la noción de sociedades del conocimiento no se puede reducir a una
visión exclusiva de los países del Norte, ya que parece constituir también un
nuevo enfoque de desarrollo pertinente para los países del Sur. Por consiguiente,
la noción de “sociedad del conocimiento” fue utilizada por primera vez en 1969
por un universitario, Peter Drucker, y en el decenio de 1990 fue profundizada en
una serie de estudios detallados publicados por investigadores como Robin
Mansell o Nico Stehr. Esta noción, nació a finales de los años sesenta y principios
de los setenta, casi al mismo tiempo que los conceptos de “sociedades del
aprendizaje” y de educación para todos a lo largo de toda la vida, lo cual no
es precisamente una casualidad. La UNESCO, por lo demás, no permaneció ajena a
esta evolución como lo demuestra el informe titulado Aprender a ser: el
mundo de la educación hoy y mañana y elaborado en 1972 por la
Comisión Internacional de la UNESCO sobre el Desarrollo de la Educación,
presidida por Edgar Faure (en lo sucesivo denominado “Informe Faure”). Es por
eso que, la noción de sociedad del conocimiento también es inseparable de los
estudios sobre la sociedad de la información suscitada por el desarrollo de la
cibernética. Es así como, desde los años sesenta hasta la trilogía de Manuel
Castells dedicada a la “era de la información” que fue publicada a finales de
los años noventa, la noción de sociedad de la información sintetizó en cierto
modo las transformaciones y tendencias descritas o vislumbradas por los
primeros precursores: penetración del poder por la tecnología, nueva economía
del conocimiento científico, mutaciones del trabajo, etc. Dentro de este marco,
las consecuencias del auge cobrado por las temáticas de la sociedad de la
información y la sociedad del conocimiento en el plano institucional son
importantes para definir políticas de investigación, educación e innovación. Fue
entonces que, antes de la primera etapa de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad
de la Información (Ginebra, 10-12 de diciembre de 2003), la reflexión de la
comunidad internacional en este ámbito había sido respaldada por una serie de
iniciativas como la conferencia Mundial sobre la Enseñanza Superior, la
Conferencia Mundial de Budapest sobre el tema “La ciencia para el siglo XXI: un
nuevo compromiso” y la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible. Es por
ello que, el interés por esta cuestión también se manifestó en la preparación
de la Cumbre de Ginebra con la organización de diversas cumbres regionales y la
adopción de iniciativas de carácter gubernamental y no gubernamental. A si
mismo, las comunidades intelectuales y científicas, así como la sociedad civil
en general, han participado también en esta labor como lo demuestran los
numerosos trabajos realizados sobre las nuevas modalidades de producción del
conocimiento científico, la innovación, las sociedades del aprendizaje y los
nexos entre las sociedades del conocimiento, la investigación científica y la
educación para todos a lo largo de toda la vida. Además de estas iniciativas de
los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil, a propiciado, un Grupo de
Tareas sobre la Tecnología dela Información y las Comunicaciones de las
Naciones Unidas (UN ICT Task Force). Por lo tanto, hay que señalar también que
algunos Estados han prestado atención a esta evolución hacia un nuevo paradigma
tecnológico y social. Así mismo, hoy en día, la noción de sociedad del
conocimiento se ha convertido en un marco de reflexión necesario no solamente para
la mayoría de los países de la OCDE, sino también para muchas naciones de
economías emergentes y numerosos países en desarrollo, especialmente de Asia
Oriental y Sudoriental, América Latina y el Caribe, África Subsahariana, Europa
Central y Oriental y la región de los Estados árabes. De esta manera, la
sociedad de la información a las sociedades del conocimiento”, se aborda la
cuestión de las bases en que se puede asentar una sociedad mundial del
conocimiento que sea fuente de desarrollo para todos y, más concretamente, para
los países menos adelantados. Se hace hincapié en la necesidad de consolidar
dos pilares de la sociedad mundial de la información que hasta ahora se han
garantizado de forma muy desigual: el acceso a la información para todos y la
libertad de expresión. Sucede pues que, los fundamentos de una sociedad de la
información y del conocimiento nunca se podrán reducir a los adelantos
tecnológicos exclusivamente. En efecto, hay que preguntarse si la desigualdad
de acceso a las fuentes, contenidos e infraestructuras de la información no
pone en tela de juicio el carácter realmente mundial de la sociedad de la
información y compromete, por lo tanto, el desarrollo de las sociedades del
conocimiento. En este sentido, en nuestra época es escenario las
transformaciones y cambios radicales tan considerables que algunos no vacilan
en afirmar que estamos viviendo una tercera revolución industrial la de las
nuevas tecnologías de la información y la comunicación que va acompañada por un
cambio en el régimen de los conocimientos. Es por ello que, desde hace varios
decenios la amplitud de las transformaciones tecnológicas viene influyendo en
los medios de creación, transmisión y tratamiento de los conocimientos, lo cual
induce a pensar que estamos en vísperas de una nueva era digital del
conocimiento. Por consiguiente, las sociedades del aprendizaje”, muestran hasta qué punto esas mutaciones han
ido unidas, en el plano pedagógico y educativo, a un desplazamiento del interés
por los poseedores del saber hacia los que tratan de adquirirlo, no sólo en el marco
de los sistemas formales de educación, sino también en las actividades
profesionales y la educación informal, en la que desempeñan un papel tan
importante la prensa y los media audiovisuales. En un momento en que las
mutaciones cada vez más rápidas cuestionan los antiguos modelos y en que el learning
by doing y la capacidad de innovación cobran una creciente importancia, la
dinámica cognitiva de nuestras sociedades ha llegado a constituir una problemática
esencial. Es así como, se observa que el modelo del aprendizaje se ha difundido
mucho más allá del universo de los educadores y se ha extendido a todos los
niveles de la vida económica y social. De tal manera que, es cada vez más
evidente que toda organización con fines comerciales o sin ellos tendrá que
acrecentar su “dimensión de aprendizaje”, con lo cual los centros y los medios
del conocimiento están destinados a multiplicarse tanto en los países del Norte
como en los del Sur. Ahora bien, la gran mayoría de
los trabajos de investigación realizados hasta ahora en los campos de la
educación, la investigación científica y las nuevas tecnologías siguen siendo
tributarios de un gran determinismo tecnológico y de una visión demasiado
fragmentada de las interacciones existentes. En donde, el interés por los
efectos a corto plazo de la introducción de las nuevas tecnologías en la
enseñanza y el aprendizaje puede conducir a que se deje de lado un estudio más
profundo de los nuevos contenidos de la educación, así como de su calidad y sus
modalidades. En la perspectiva, esta evolución puede llegar a ser preocupante
en un momento en que la enseñanza tiende a veces a dar prioridad a la gestión, hacia
las sociedades del conocimiento de información preparada de antemano por
proveedores de contenidos en línea, lo cual va en detrimento del desarrollo de
las capacidades de análisis y discernimiento crítico. Ahora bien, lo que
constituye una transformación revolucionaria no es tanto el rápido auge de las
nuevas tecnologías de la información y la comunicación Internet y la telefonía
móvil, entre otras como el recurso cada vez mayor a estos instrumentos por
parte de proveedores de contenidos informativos, educativos y culturales.
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