miércoles, 21 de noviembre de 2012

Sistema Educativo Bolivariano de Venezuela


REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR
INSTITUTO DE MEJORAMIENTO     
      PROFESIONAL DEL MAGISTERIO
NÚCLEO ACADÉMICO PORTUGUESA.






 "LOS SIETE SABERES NECESARIOS PARA
LA EDUCACIÓN   DEL FUTURO"
(Edgar Morín).




                                 INTEGRANTES:
                                                Everth González
                                                                                C.I.V-17881492
Marielsy Escalona
C.I. V- 17.134.038
Moraima Ozal
C.I. V- 18.251.515
                                                                                PROFESOR: José de Jesús Camejo.

BISCUCUY, NOVIEMBRE DE 2012.




"LOS SIETE SABERES NECESARIOS PARA LA EDUCACIÓN   DEL FUTURO" (Edgar Morín).

Este libro publicado en octubre de 1999 por la Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), es un material que constituye un excelente aporte de Edgar Morín, ya que el mismo contiene puntos de interés que deben ser tomados en cuenta por todas y cada una de las personas que hacen o tienen pensado tener presencia activa en el mundo educativo. Dicha publicación responde a una tarea encomendada por la UNESCO al pensador Edgar Morín para contribuir a la reflexión internacional sobre cómo educar para un futuro sostenible.
Edgar Morín considera con estos siete principios busca contribuir en el quehacer de los educadores y dirigentes, así como aclara su pensamiento sobre este tema vital de la humanidad: la educación del futuro.
            En lo que se refiere al primer principio o saber, Las cegueras del conocimiento: el error y la ilusión, Morín habla sobre los riesgos más comunes que acompañan al ser humano en la búsqueda de la construcción del conocimiento. En lo que respecta a El talón de Aquiles del conocimiento, advierte de la siempre presente amenaza del error y la ilusión, otorgando a la educación el deber de avocarse a la identificación de los orígenes de errores, ilusiones y cegueras del conocimiento. Los errores mentales, los errores intelectuales, los errores de la razón y las cegueras paradigmáticas son los primeros peligros. La mente, las emociones, la percepción, la palabra, la idea, la teoría, la afectividad y la inteligencia. Y es a partir de la interacción de éstos como se suscitan dichos errores. En el imprinting y la normalización, el poder imperativo y prohibitivo de los paradigmas, doctrinas reinantes y verdades establecidas; que determina los estereotipos cognitivos, bajo este conformismo cognitivo, señala Morín, “hay un imprinting cultural, huella matricial que inscribe a fondo el conformismo y hay una normalización que elimina lo que ha de discutirse.”
Por tanto, Morín concluye que si la primera tarea es la de enseñar un conocimiento que forme a la humanidad para criticar el conocimiento; el primer objetivo de la educación del futuro será apropiar a cada uno de los alumnos de la capacidad para detectar y subsanar los errores e ilusiones del mismo, en un escenario social de reflexibilidad, crítica y, sobre todo, de convivencialidad ideológica.
En el segundo saber Los principios de un conocimiento pertinente: este se refiere a la pertinencia del conocimiento. ¿Cuál es el conocimiento que la educación del futuro debe impartir? En este siglo XXI se le debe dar tanta importancia al conocimiento global como al conocimiento de las partes, ya que no hacemos nada intentando resolver un problema determinado si su solución conlleva a ocasionar problemas en otras áreas o niveles. Es justamente aquí en donde la educación del futuro debe hacer mucho énfasis, ya que en aras de la industrialización y “tecnificación” se le ha causado un enorme daño a reservas forestales a nivel mundial y al medio ambiente en general, daños que no podrán ser justificados nunca por los enormes beneficios económicos que solo unos “pocos” han obtenido en perjuicio de la mayoría. De igual manera y como mi contribución personal a este punto, la pertinencia del conocimiento tiene que ver con impartir conocimientos en función del ámbito geográfico en el que se desenvuelvan quienes reciben ese conocimiento. No es igual impartir clases de química, física y electricidad a un estudiante de una zona agropecuaria, cuyo modus vivendi es justamente el campo, las actividades agrícolas y los animales de cría, que hacerlo con estudiantes que viven en la ciudad, con contactos más frecuentes con empresas y fabricas en general.
De esta manera, la condición humana debe ser siempre el centro de la educación, y nunca se debe olvidar el enseñar “quiénes somos”. Es imposible concebir la unidad compleja de lo humano por medio del pensamiento disyuntivo que concibe nuestra humanidad, pues el hombre está conformado como una unidad indivisible.   De ahí la importancia de tomarlo como una entidad dual, donde se conjuga el aspecto biológico y el aspecto cultural que le da su calidad humana, diferenciándolo de los animales.
Así, a partir de las disciplinas actuales, es posible reconocer la unidad y la complejidad humana reuniendo y organizando conocimientos dispersos en las ciencias de la naturaleza, en las ciencias humanas, la literatura y la filosofía y mostrar la unión indisoluble entre la unidad y la diversidad de todo lo que es humano.  Lo humano es y se desarrolla en bucles: a) cerebro- mente- cultura; b) razón - afecto - impulso; y c) individuo - sociedad - especie.
  Todo desarrollo verdaderamente humano significa comprender al hombre como conjunto de todos estos bucles y a la humanidad como una y diversa. La unidad y la diversidad son dos perspectivas inseparables y fundadoras de la educación. La cultura en general no existe sino a través de las culturas. La educación, por tanto, deberá mostrar el destino individual, social, y global de todos los humanos y nuestro arraigamiento como ciudadanos de la Tierra. Éste será el núcleo esencial formativo del futuro.
Con respecto al principio de enseñar la identidad terrenal en este punto la educación del futuro debería estar orientada a hacer comprender a todos quienes participan en la misma, que no estamos aislados en este mundo, que todos necesitamos de todos y que a pesar de la gran cantidad de debilidades que pueda tener determinada cultura o raza humana, las mismas poseen un legado cultural y de conocimientos que constituyen sus fortalezas y que hacen que la balanza se mantenga equilibrada. Hasta el día de ayer, “el desarrollo” de las sociedades prósperas de Occidente ha permitido resolver muchos de sus problemas y ha ocasionado quizás la envidia de sociedades menos afortunadas. Sin embargo, han sido más los inconvenientes que ha causado este “desarrollo” que los problemas que ha solucionado; actualmente existen graves crisis a nivel “moral” en las sociedades que las conforman, dado que se pensó más en el desarrollo material que en el desarrollo afectivo, intelectual, moral. La educación a impartir en este siglo XXI debería contribuir con la ruptura de este paradigma occidental y aprovechar al máximo las enseñanzas espirituales, afectivas y morales que culturas despreciadas por ellos durante siglos, tienen como sus más poderosos legados.

              El siglo XX ha destruido poco a poco la predictividad del futuro como extrapolación del presente y ha introducido vitalmente la incertidumbre sobre nuestro futuro. La educación debe hacer suyo el principio de incertidumbre, tan válido para la evolución social como la formulación del mismo. La historia avanza por atajos y desviaciones y, como pasa en la evolución biológica, todo cambio es fruto de una mutación, a veces de civilización y a veces de barbarie. Todo ello obedece en gran medida al azar o a factores impredecibles.
Pero la incertidumbre no versa sólo sobre el futuro. Existe también la incertidumbre sobre la validez del conocimiento, y existe sobre todo la incertidumbre derivada de nuestras propias decisiones: una vez que tomamos una decisión, empieza a funcionar el concepto ecología de la acción, es decir, se desencadena una serie de acciones y reacciones que afectan al sistema global y que no podemos predecir. Nos hemos educado aceptablemente bien en un sistema de certezas, pero nuestra educación para la incertidumbre se considera deficiente. Por esto, resulta necesario enseñar principios de estrategias que permitan afrontar los riesgos, lo inesperado, lo incierto, y modificar su desarrollo en virtud de las informaciones adquiridas en el camino.
            “Educar para comprender las matemáticas o cualquier disciplina es una cosa, educar para la comprensión humana es otra; ahí se encuentra justamente la misión espiritual de la educación: enseñar la comprensión entre las personas como condición y garantía de la solidaridad intelectual y moral de la humanidad” (Morin, 2001:91)
La comprensión se ha tornado una necesidad crucial y fundamental para los humanos, por lo que la educación tiene que abordarla de manera directa y en los dos sentidos: primero,   la comprensión interpersonal e intergrupal y segundo, la comprensión a escala planetaria. Morin constató que comunicación no implica comprensión. Ésta última siempre está amenazada por la incomprensión de los códigos éticos de los demás, de sus ritos y costumbres, de sus opciones políticas. A veces confrontamos cosmovisiones incompatibles. Los grandes enemigos de la comprensión son el egoísmo, el etnocentrismo y el sociocentrismo.
Enseñar la comprensión significa enseñar a no reducir el ser humano a una o varias de sus cualidades que son múltiples y complejas. Por ejemplo, impide la comprensión marcar a determinados grupos sólo con una etiqueta: sucios, ladrones, intolerantes. Positivamente, Morin ve las posibilidades de mejorar la comprensión mediante: la apertura empática hacia los demás y la tolerancia hacia las ideas y formas diferentes, mientras no atenten contra la dignidad humana.
 La verdadera comprensión exige establecer sociedades democráticas, fuera de las cuales no cabe ni tolerancia ni libertad para salir del cierre etnocéntrico. Por eso, la educación del futuro deberá asumir un compromiso sin fisuras por la democracia, porque no cabe una comprensión a escala planetaria entre pueblos y culturas más que en el marco de una democracia abierta.  La comprensión es, al mismo tiempo, medio y fin de la comunicación humana. Ahora bien, la educación para la comprensión está ausente de nuestras enseñanzas, pues el planeta necesita comprensiones mutuas en todos los sentidos. Teniendo en cuenta la importancia de la educación para la comprensión en todos los niveles educativos y en todas las edades, el desarrollo de la comprensión necesita una “reforma de las mentalidades” como fin último de la educación del futuro.
Además de las éticas particulares, la enseñanza de una ética válida para todo el género humano es una exigencia de nuestro tiempo. Morín volvió a presentar el bucle individuo-sociedad-especie como base para enseñar la ética venidera. En el bucle individuo-sociedad surge el deber ético de enseñar la democracia. Ésta implica consensos y aceptación de reglas democráticas. Pero también necesita diversidades y antagonismos. El contenido ético de la democracia afecta a todos esos niveles. El respeto a la diversidad significa que la democracia no se identifica con la dictadura de la mayoría.
En el bucle individuo-especie Morín fundamenta la necesidad de enseñar la ciudadanía terrestre. La humanidad dejó de ser una noción abstracta y lejana para convertirse en algo concreto y cercano con interacciones y compromisos a escala terrestre.
En conclusión, la educación debe favorecer la aptitud natural de la mente para hacer y resolver preguntas esenciales y correlativamente estimular el empleo total de la inteligencia general, esto se logra estimulando siempre la curiosidad humana, no debemos olvidar que vivimos en un planeta donde todo está ligado y debemos aprender a enfrentar la incertidumbre, ya que el conocimiento es una aventura incierta que conlleva en sí misma y permanentemente el riesgo de ilusión y de error, así que debemos apostar por mejorar nuestro mundo con fraternidad, justicia, tolerancia y ética por medio de un mejor sistema democrático, que nos lleve a un logro de la humanidad como conciencia y ciudadanía planetaria que se fortalezca con igualdad y libertad.

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